jueves, mayo 07, 2015

Morada, selección de poemas




IV
Raíces al aire,
la tierra descuajada.
Ella ha tenido la fuerza de voluntad
que no hemos podido cultivar nosotras;
por el contrario,
la hija, cuna de los miedos,
localización corpórea de lo no posible.
Visitar la infancia
para demolerla
con el hastío.
Desembolsar historias siempre incompletas,
acovacharse de siesta, comida y vacas,
de palmeras con lagunas artificiales,
de personas que murieron, personas que engordaron,
de lugares a los que sólo cambió la herrumbre,
lugares que no están en su sitio,
olor a tilo y pesticidas.
La historia de manual, esquina y pampa.


V
¿Qué hago yo?
Silencio en el campo si el viento no sopla.
Miro esas flores blandas y sus raicillas,
pruebo el pasto duro de comer,
rasco la corteza del sauce llorón y su savia resinosa se pega a mi piel.
Yo no estoy hecha del mismo material.
Ellas tienen su razón de ser:
las vacas se alimentan del pasto y de las flores,
nosotros comemos nuestras vacas.
El color de la mañana, ellas lo dictan;
después de la nieve también florecen.
¿Qué hago yo?
Me acomodo sobre las hierbas tiernas
que desbordan entre las piedras y el arroyo.
Abrazada a las rodillas, evito mirar el valle poblado
que se abre al otro lado del agua.
¿De qué estoy hecha?
Un agujero en el estómago.


Acerca de la imposibilidad
Todo el tiempo negándose a la puerta,
siempre oponiéndose al paso de entrada
como si se tratara de una montaña pero, después,
es una cortina por correr y
ya no hay para qué atravesarla.
Deseo.
¿Dónde estuve yendo tantas veces
mientras miraba el paisaje a mis espaldas?
Tengo un puñado de metáforas
instantáneas bajo la lengua.
¿Dónde estuve yendo tantas veces?
Miraba el paisaje.


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